Carl Sagan fue un científico de mente abierta, fascinado por las estrellas y el misterio de la vida. Dedicó la mayor parte de su vida a divulgar las ciencias. Fue autor de numerosos libros y artículos en revistas y diarios.
Sin embargo, hay un hecho curioso en su carrera. Entusiasmado por la vida extraterrestre pensó en enviar mensajes en “botellas espaciales”, dirigidos a alguna civilización ajena a la nuestra que pudiera encontrarlos en el “océano cósmico”.
El primero, añadido a las ondas Pionner 10 y 11 en 1973 que incluye símbolos diseñados para dar información sobre la especie que rediseñó las naves y la ubicación de su planeta.
Los otros dos mensajes enviados en las sondas Voyager, son discos fonográficos que contienen información acerca de la Humanidad: genética, nuestro cerebro y nuestras bibliotecas.
Incluyen saludos en 60 idiomas humanos y también en el de las ballenas yubartas, así como imágenes de personas de todo el mundo. Asimismo, incluye una hora y media de música de varias culturas, grabaciones de un corazón latiendo, de los impulsos eléctricos de un cerebro y otros sonidos “que se habrían oído en nuestro planeta desde los primeros días, antes del origen de la vida, hasta la evolución de la especie humana y de nuestra más reciente tecnología”.
Hoy en día estas Sondas se encuentran en los confines del Sistema Solar, unas 100 veces más lejos del Sol que la Tierra.
Es poco probable que estos mensajes encuentren a su público, no obstante, el gesto simbólico de enviarlas es un buen detalle que estrecha posibles lazos entre pueblos.